Las fiestas que cierran el año suelen ligarse a un descenso del paro y aumento del consumo, un fenómeno que empezó a producirse en la Revolución Industrial.
Cada año, entre diciembre y enero, bares, restaurantes, tiendas y grandes superficies se ven obligadas a contratar más personal. Las calles se llenan de luces, las televisiones, radios y webs se plagan de publicidad de perfumes, turrón, jamón, juguetes… Eslóganes por todas partes.
Es la Navidad, la traca final del año donde consumismo y empleo se dan la mano. Los datos del Ministerio de Trabajo no dejan lugar a dudas. Los últimos 25 meses de diciembre muestran que solamente en nueve de ellos se experimentó un aumento del paro.
El peor de todos ellos fue 2008 cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria dejó de patitas en la calle a nada menos que 139.694 trabajadores. Una debacle que ningún otro año de la serie histórica ha alcanzado ni a igualar.
Ni siquiera en 2020, con la pandemia, se llegó a tal extremo, en parte gracias a las medidas de apoyo al mantenimiento del negocio y los ERTE impulsados por el Gobierno, que dejaron la tasa de muertes de empresas más baja desde la crisis del ladrillo.
El mejor, por otra parte, fue 2013, cuando se registró un descenso neto de 107.570, ya con la reforma laboral del Gobierno de Mariano Rajoy, que abarató el despido y favoreció de esa manera las altas cotas de temporalidad que caracterizaron al mercado de trabajo en España hasta este año.
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